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Agua: ¡dos mil millones sufren sin ella!
La Razón - 12/06/2003
En las últimas dos horas en mi casa nos hemos duchado cuatro personas, hemos vaciado cinco o seis veces la cisterna del váter, hemos puesto la lavadora, he fregado los cacharros de la cena, mientras mi mujer pasaba la fregona a la casa y los niños regaban las plantas y echaban de beber a los gorrioncillos, nos hemos lavado todos los dientes, con llamada al orden a los peques para que no dejaran los grifos abiertos mientras se cepillaban, hemos bebido cuanta agua hemos querido para saciar la sed de esta primavera-verano y, mientras inicio la escritura de estas líneas, escucho cómo los barrenderos riegan mi calle. Pertenezco al grupo de privilegiados que hacen un uso abusivo del agua, malgastándola sin rendimiento alguno. De hecho, España fue en 1995, según Greenpeace, el tercer país en consumo de agua, tras EE UU y Japón, pese a que amplias zonas sufren restricciones y que hay regiones en conflicto permanente con otras por su uso y disfrute.

El agua dulce es un bien tan escaso que en el 2032 más de la mitad de la población mundial podría vivir en áreas con dificultades para encontrarla en cantidades suficientes para responder a la demanda. A pesar de cubrir el 75 por ciento de la superficie terrestre, el 97,5 es salada y del 0,3 que se halla en ríos y lagos, gran parte está contaminada. En España, y según datos del Ministerio de Medio Ambiente, el 33 por ciento de los ríos sufren contaminación severa.

Situación alarmante

La situación resulta tan alarmante que la escasez de agua se considera uno de los dos problemas más graves del nuevo milenio, junto al cambio climático, que es, por otra parte, uno de los responsables del agravamiento del problema del agua. Como consecuencia de la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero se augura en la región mediterránea una menor cantidad de precipitaciones y más concentradas; ello implica periodos más largos de sequía y lluvias intensas durante poco tiempo. Sin embargo, no parece preocuparnos demasiado, a juzgar por las medidas que tomamos: España emitió en 2001 un 32 por ciento más de gases de efecto invernadero que en 1990, creciendo el doble de lo permitido por el Protocolo de Kioto.

El calentamiento mundial del planeta que perturba el régimen de precipitaciones, el aumento de la población, el consumo excesivo, la contaminación, la salinización de las aguas subterráneas, la pérdida de cubierta vegetal y la degradación de ríos y humedales son algunos de los factores que dificultan un uso sostenible del agua y que contribuyen a generar conflictos regionales, económicos y sociales, que podrían poner en peligro la estabilidad y la paz en zonas con especial escasez.

Personas que mueren por falta de agua

En el comunicado de Kofi Annan con motivo de la celebración el 5 de junio del Día Mundial del Medio Ambiente se ha hecho eco del lema de este año: «Agua: ¿dos mil millones sufren sin ella!», pues tal es el número de personas que «se están muriendo por falta de agua y saneamiento». El secretario general de la ONU afirma que una de cada seis personas carece de acceso a agua potable, que 2.400 millones no disponen de servicios de saneamientos adecuados, que un niño muere cada 8 segundos por enfermedades relacionadas con el agua y que el 80 por ciento de las enfermedades y muertes en países en desarrollo se debe a enfermedades a través del agua.

Con tales cifras no debe extrañarnos que en la Cumbre del Milenio y en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible se establecieran como objetivos prioritarios antes de 2015 el reducir a la mitad la gente que no tenga tenga acceso a agua potable o a servicios básicos de saneamiento. Si no se consiguen, será imposible alcanzar los objetivos del milenio, entre los que se encuentran: reducir la mortalidad infantil, luchar contra el paludismo o erradicar la pobreza y el hambre. De momento, las expectativas son poco halagüeñas: solamente en la guerra de Iraq la coalición ha gastado 70.000 millones de dólares, esto es, cinco veces más que lo destinado a África el año pasado. Como afirma Kofi Annan: «Por un lado hace falta agua dulce, y por otro una nueva forma de pensar».
 
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