Tanto el alcohol como las bebidas energéticas se consumen de forma habitual. Y es más habitual todavía pensar que no hay ningún tipo de riesgo en su consumo. Pero, por supuesto, ambas sustancias se pueden convertir en un grave problema si abusamos de ellas. Dicho esto, ¿Qué ocurre cuando lo que hacemos es mezclarlas para hacer un cóctel que cada vez es más consumido por todo tipo de personas?

Uno de los efectos secundarios es que se reduce la sensibilidad a los síntomas de la intoxicación por consumo de alcohol. Esto nos expone a un mayor volumen de riesgo de sufrir un envenenamiento por alcohol. También se reduce de forma significativa nuestra capacidad para actuar y saber lo que estamos haciendo, lo que nos puede llevar a sufrir accidentes, como puede ser colocarnos en medio de la carretera o de las vías donde pasan los coches.

También nos exponemos a tomar malas decisiones, como decidir conducir cuando claramente no deberíamos ponernos al volante. Y, por último, nos exponemos a hacer gala de una conducta de riesgo que nos podría llevar a actuar de forma violenta o incluso a realizar prácticas sexuales arriesgadas.

Otro de los efectos secundarios de la mezcla de estas dos bebidas es sufrir una alta deshidratación que nos puede llevar a tener diarrea, vómitos, fatiga, dolores de cabeza, un ritmo cardíaco acelerado, calambres musculares y resacas que serán mucho más intensas de lo habitual.

No menos relevante, lo que también podría ocurrir es que alteremos el ritmo cardíaco, que suframos palpitaciones y que tengamos problemas para dormir. No hay que olvidar que estamos sometiendo a nuestro corazón y cuerpo a una presión excesiva debido a la combinación de estas bebidas y al efecto a modo de bomba que produce dentro del organismo cuando comenzamos a beber. No es algo que valga la pena hacer a la vista de a todos los problemas que nos expone.

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