El inicio en el consumo de metadona se puede producir por prescripción médica, pero se trata de una de las drogas que generan un mayor nivel de dependencia. Cuando eso ocurre, se comienzan a sufrir efectos secundarios terribles que pueden derivar en que la vida de la persona que depende de ellas cambie de una forma terrible.

Las consecuencias más fatales del consumo excesivo de metadona incluyen la muerte por paro respiratorio, shock y posterior paro cardíaco, ictus o depresión circulatoria y respiratoria. No se trata de un tipo de adicción que haya que tomarse a broma y es conveniente que, en caso de exponerse a ella, se recurra a servicios de desintoxicación cuanto antes.

Antes de llegar a la muerte, el consumo de metadona proporciona una serie de avisos que encienden las alarmas acerca de cómo se está excediendo en la utilización de esta droga. Algunas de estas alarmas incluyen, en una primera fase, vómitos, sensación de vértigo, delirios, náuseas, sedación o transpiración. No necesariamente tienen que acumularse entre sí, ya que es bastante frecuente que algunas personas solo sufran algunas de ellas.

En la siguiente fase se comienzan a sufrir otros problemas, como boca seca, insomnio, bradicardias, síncopes, palpitaciones, problemas urinarios, dolores de cabeza, sensación de debilidad en todo el cuerpo, cara enrojecida, urticaria, edema o desorientación. También se puede producir disforia y euforia, por separado dependiendo de cada persona o incluso de manera encadenada, lo que deriva en algunos de los peores momentos que se pueden llegar a sentir en la vida.

Debido a todo ello, el consumo de metadona es algo con lo que se tiene que tener mucho cuidado y que nos expone a una serie de riesgos que hay que evitar por todos los medios posibles. Nadie quiere sumarse a la larga lista de personas que, desgraciadamente, fallecen cada año víctimas de la metadona.

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